INAH devuelve imagen restaurada de ‘Nuestra Señora de las Aguas’ a su sede conventual

 

El director general del INAH, Diego Prieto, enfatizó que en la imagen se plasman diversas historias la de su devenir simbolismo, la de su orden y la del México virreinal.

En un cálido y sencillo acto de entrega-recepción, la Secretaría de Cultura, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), devolvió a las religiosas del Convento de Jesús María, en la Ciudad de México, una de sus imágenes más queridas: la de ‘Nuestra Señora de las Aguas’, luego de la conclusión de un proyecto multidisciplinario mediante el cual fue restaurada durante nueve meses.

El retorno de esta pieza a su sede contó con la presencia del director general del INAH, antropólogo Diego Prieto Hernández; de la restauradora Katia Perdigón Castañeda, quien encabezó al equipo de especialistas de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC); del padre Andrés Sánchez; y de la abadesa del convento, Guadalupe Hernández Peña.

Tan pronto fue colocada en un pequeño pedestal decorado para la ocasión por las hermanas concepcionistas, la imagen histórica —una talla en madera policromada de tipo candelero, que data del siglo XVIII— fue ataviada por las restauradoras del INAH, cuya labor fue reconocida con una misa de acción de gracias.

Fue durante la liturgia que el padre Andrés Sánchez encomió el trabajo de los restauradores, historiadores y antropólogos, entre otros especialistas, que trabajaron en la imagen, al tiempo que hizo votos para que “su pericia sea bendecida y multiplicada”.

Invitado a expresar un mensaje al término de la ceremonia, el antropólogo Diego Prieto comentó que si bien como elemento histórico, ‘Nuestra Señora de las Aguas’ es patrimonio de todos los mexicanos, creyentes y no creyentes, posee también un gran valor religioso, simbólico y anecdótico para la comunidad que lo resguarda.

El titular del INAH destacó que la restauración de la Virgen también ha permitido que, a través de ella, se recupere la historia del convento y de la comunidad de Jesús María, así como de la Ciudad de México.

De acuerdo con la historia oral y con los registros de las monjas concepcionistas, fue en 1714 cuando la imagen de esta Virgen Dolorosa ‘cobró vida’ y salió del antiguo monasterio de Jesús María para cerrar las compuertas y proteger a la capital de la Nueva España que se veía asolada por lluvias e inundaciones.

En su intervención, la restauradora Katia Perdigón hizo una síntesis de los procesos de atención realizados a la imagen. Indicó que, si bien, tenía un estado de conservación moderado, su principal problemática era estética, ya que, con el tiempo, se le habían hecho modificaciones en su indumentaria, en la coloración de sus pómulos y cabellera, así como en la ubicación de sus lágrimas.

Un ejemplo del trabajo realizado, detalló, está justamente en las lágrimas, toda vez que se emprendieron una serie de tomografías, con apoyo de personal del Hospital General Dr. Manuel Gea González, para conocer el sitio original donde se ubicaban tales decorados.

El rostro de la Virgen también fue objeto de un tratamiento, a fin de limpiarlo y devolverle los elementos propios de su iconografía, la cual alude al sufrimiento por su hijo Jesucristo; asimismo, la cabellera, que era rojiza, se reemplazó por otra de tono oscuro.

Cabe destacar que los pormenores del proyecto de restauración serán dados a conocer en una publicación que ya prepara el INAH. En tanto, a las hermanas del Convento de Jesús María les fue entregado un cartel informativo acerca de la restauración, lo mismo que un manual de mantenimiento de la imagen.

Reliquia de la exclaustración

El Real Monasterio de Jesús María resintió la exclaustración derivada de las Leyes de Reforma, en 1861. Tan solo en su nave central existían nueve retablos, cada uno con pinturas, decorados y bienes muebles asociados, los cuales desde esa época comenzaron a desaparecer, comentó la historiadora Nuria Salazar, adscrita a la Coordinación Nacional de Monumentos Históricos del INAH.

            La investigadora, quien por más de 40 años ha indagado en la historia de la orden concepcionista en México, comentó que desde inicios del siglo XIX hay constancia documental de la incertidumbre que permeaba entre las devotas, quienes previendo que cuando finalmente debieran abandonar sus claustros “podrían cargar con muy poco o con nada”, resguardaron algunas de sus piezas más significativas con familiares y allegados.

Fue el caso de ‘Nuestra Señora de las Aguas’, imagen que, según consta en los archivos del convento, citados por su abadesa y su vicaria, Guadalupe Hernández Peña y Jazmín de María, respectivamente, quedó a cargo de la hermana Guadalupe Dávalos, quien la cuidó hasta el final de sus días y la dejó bajo cuidado de sus familiares.

Durante la misa de acción de gracias se hizo una mención especial a la memoria de Guadalupe Dávalos, cuyos afanes hoy hacen posible la restauración de la pieza patrimonial y el conocimiento de su trasfondo, tanto histórico como simbólico.

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